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Ver la Versión Completa : Ensucia aún más su iPhone al intentar limpiarlo con saliva



DjPitt
30/07/2010, 13:19
Dania Úbeda se esmeró mucho en organizar la cena de cumpleaños de su novio Pedro. Sin embargo, el ambiente se vio empañado ayer cuando éste trató de hacer una fotografía con su móvil y manchó la pantalla del aparato de comida. A partir de ahí, la cena se convirtió en una odisea en la que Pedro no dejó de intentar limpiar la pantalla del aparato mientras ésta se ensuciaba más y más y la tensión crecía. Todos los esfuerzos por tratar de mantener la calma fracasaron cuando Pedro, tras abrir los regalos, gritó: “¿Nadie ha pensado en regalarme una maldita gamuza?”.

“Alguien pidió sushi y Pedro comió un poco, así que manchó el móvil de wasabi. Sin darle importancia, trató de limpiarlo con un poco de saliva pero se ensució mucho más” confirma José, uno de los amigos del afectado. “Luego quiso usar una servilleta y manchó el cacharro con salsa de soja. Él no dejaba de maldecir la comida japonesa y, de hecho, toda esa cultura. Los camareros eran japoneses, así que todo era muy tenso porque él gritaba todo el rato”.

“Es cierto que, después de más de quince intentos, el iPhone parecía más una pizza que un teléfono porque estaba lleno de tropezones. El asunto le sacó de sus casillas. Todo el restaurante estaba allí, intentando ayudarle y dando consejos”, insiste el testimonio.

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Según algunos comensales, hubo un momento en el que treinta personas se reunieron para echar aliento a la pantalla del dispositivo. “Fue pasando de mano en mano por todo el restaurante. Todo el mundo tenía alguna idea novedosa que luego fracasaba”, explica José. “Cuando volvió a Pedro, en el iPhone se podían plantar patatas de lo sucio que estaba. Incluso algún gracioso había escrito con el dedo ‘lávalo guarro’. Fue la gota que colmó el vaso”.

Al final de la cena, Dania quiso animar a Pedro y le dio su regalo. “Visto en retrospectiva, no fue buena idea darle el iPad justo entonces”, explica la chica.

La cena terminó y Pedro seguía pidiendo soluciones a los camareros. Poco a poco, sus amigos y su pareja fueron abandonando el local y él ni siquiera se dio cuenta de que se había quedado solo. “Me percaté de que yo no le importaba tanto como el cacharro, así que hemos terminado”, explica Dania. “Al final se obsesionó con que los dedos tienen una grasilla que lo deja todo pringado, y le dejé allí, intentando controlar el iPhone con los codos mientras yo le decía que, si no se marchaba del restaurante conmigo y los demás, mejor no intentara volver a llamarme ni con el iPhone ni con señales de humo”. Pedro ni siquiera levantó la vista del aparato para despedirse de ella.