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16/03/2009, 12:57
Fritzl ha llegado al tribunal vestido con un traje gris y con la cara cubierta con un archivador de oficina de color azul.
El austriaco Josef Fritzl, conocido como el 'monstruo de Amstetten', se ha declarado hoy "no culpable" de la acusación de asesinato de uno de los siete hijos nacidos fruto de las relación incestuosa con su hija, a la que encerró y violó durante 24 años en el sótano de su casa. El acusado también rechazó la acusación de "esclavitud", aunque reconoció "parcialmente" su culpabilidad por delitos sexuales.
El juicio contra Fritzl ha comenzado hoy en el Tribunal Regional de Sankt Pölten, al oeste de Viena. El acusado, de 73 años, entró en la sala de lo Penal del Tribunal vestido con un traje gris y con la cara cubierta con un archivador de oficina de color azul. En todo momento se mantuvo en silencio y sin mostrar ninguna emoción por el juicio que estaba a punto de empezar. El tribunal ha prohibido la presencia de cámaras en la sala.
El acusado, quien tuvo siete hijos con su hija en el sótano de su casa, permaneció de pie durante varios minutos en la sala e ignoró las insistentes preguntas de dos periodistas de la televisión pública austríaca ORF, autorizados por el tribunal a entrevistarle. La primera pregunta fue "¿cómo se siente?", seguido por "¿quiere dar una declaración?".
El que sí habló a la entrada fue el abogado de Fritzl, quien alegó que el cargo de esclavización resulta inapropiado, al tiempo que confirmó que su cliente se declararía culpable de los cargos de privación de libertad, coacción, violación e incesto. Sólo se defenderá de la más grave de las acusaciones, la de asesinato.
El comienzo del juicio se produjo sin ningún tipo de incidentes y estuvo seguido por 95 periodistas de todo el mundo, seleccionados por el Tribunal para presenciar el pliego de cargos y la réplica de la defensa, después de lo cual deberán abandonar la sala.
El juicio contra Fritzl, que cumplirá 74 años en abril, se produce en medio de una expectación mediática sin precedentes, con cientos de reporteros de todo el mundo reunidos en Sankt Pölten. El proceso comenzó a las 09.37 horas con la lectura del pliego de cargos contra Fritzl, que está acusado de asesinato, esclavitud, violación, privación de libertad, coacción e incesto, lo que le puede acarrear una pena máxima de cadena perpetua.
La víctima no estará presente
Mientras, los ocho miembros del jurado popular, cuatro hombres y cuatro mujeres, ocuparon sus asientos en la sala principal de la Audiencia de Sankt Pölten, en la que había decenas de periodistas. Andrea Humer, la magistrada encargada del caso, dio lectura a los cargos de que se le acusa y destacó su disposición a proteger a las víctimas ante el interés mediático que el caso ha generado desde que se desveló en abril del pasado año.
Fritzl respondió lacónicamente a las preguntas de la juez sobre su edad y procedencia. El acusado ha confesado haber encerrado a su hija Elisabeth, que ahora tiene 43 años, entre agosto de 1984 y abril de 2008 en el sótano de su casa, donde la violó y golpeó sistemáticamente. De estas relaciones incestuosas nacieron en total siete hijos, de los cuales uno murió con pocos días de vida y cuyo cadáver fue quemado por Fritzl en la caldera de su casa.
Sólo si la fiscalía puede probar que Fritzl es el responsable de la muerte de ese hijo, el acusado podrá ser condenado a cadena perpetua. La víctima no estará presente en el juicio. Su testimonio fue grabado anteriormente y será presentada en una cinta de vídeo de once horas.
Detalles del horror
En los detalles del caso se encuentra el horror. Consecuencia de la relación incestuosa con su hija, la chica engendró siete hijos y tuvo un aborto. Uno de los recién nacidos supervivientes requería de inmediata atención médica, no la obtuvo y falleció a los tres días. Fritzl arrojó su cuerpo a una caldera. Este es el cargo de asesinato que se le imputa, el más grave de todos y por el que podría ser sentenciado a cadena perpetua.
Durante las más de dos décadas que su hija permaneció cautiva, Fritzl, quien había sido condenado previamente a 18 meses de cárcel por delito de violación en 1967, elaboró una concienzuda estrategia para justificar la aparición en público de tres de sus nuevos hijos, y por descontado la desaparición de su hija mayor, a la que obligaba a escribir cartas desde su mazmorra en las que aseguraba a su madre -quien había interpuesto una denuncia de desaparición- que se encontraba viviendo con unos amigos. Después, su padre informaría a la Policía de que su hija se había unido a una secta religiosa.
En realidad, Fritzl mantenía encerrada a Elisabeth y a sus otros tres hijos-nietos en el sótano, concretamente en una celda insonorizada de 55 metros cuadrados y una altura nunca superior al metro setenta a la que se accedía a través de una puerta de metal reforzada con cemento y cerradura provista de un código de seguridad que sólo conocía el secuestrador. La celda estaba separada del domicilio por un pasillo subterráneo dividido en cinco secciones, cada una de ellas protegida por su respectiva puerta blindada. Fritzl ocultó esta infraestructura a los inspectores escondiendo el acceso al pasillo con una pared falsa.
El caso comenzó a desvelarse el pasado 19 de abril, cuando Fritzl se vio obligado a sacar de la celda a su hija Kerstin, de 19 años, aquejada de ataques por deficiencia de oxígeno y problemas de riñón. Tras ser ingresada en el hospital, Fritzl decidió liberar una semana después a Elisabeth y a sus dos hijos de la mazmorra argumentando que la joven había decidido regresar al hogar tras 24 años de ausencia. Esa misma noche, mientras Fritzl y Elisabeth visitaban el hospital, la Policía detenía a padre e hija para su interrogatorio, donde Elisabeth reveló toda su historia.
Actualmente, Elisabeth, su madre y todos sus hijos se encuentran bajo protección policial, en paradero desconocido, y con nuevas identidades. El caso de Elisabeth Freitzl fue revelado a la opinión pública austríaca menos de dos años después de un suceso similar que conmocionó igualmente a la población, el del secuestro durante ocho años de la adolescente Natascha Kampush.
El austriaco Josef Fritzl, conocido como el 'monstruo de Amstetten', se ha declarado hoy "no culpable" de la acusación de asesinato de uno de los siete hijos nacidos fruto de las relación incestuosa con su hija, a la que encerró y violó durante 24 años en el sótano de su casa. El acusado también rechazó la acusación de "esclavitud", aunque reconoció "parcialmente" su culpabilidad por delitos sexuales.
El juicio contra Fritzl ha comenzado hoy en el Tribunal Regional de Sankt Pölten, al oeste de Viena. El acusado, de 73 años, entró en la sala de lo Penal del Tribunal vestido con un traje gris y con la cara cubierta con un archivador de oficina de color azul. En todo momento se mantuvo en silencio y sin mostrar ninguna emoción por el juicio que estaba a punto de empezar. El tribunal ha prohibido la presencia de cámaras en la sala.
El acusado, quien tuvo siete hijos con su hija en el sótano de su casa, permaneció de pie durante varios minutos en la sala e ignoró las insistentes preguntas de dos periodistas de la televisión pública austríaca ORF, autorizados por el tribunal a entrevistarle. La primera pregunta fue "¿cómo se siente?", seguido por "¿quiere dar una declaración?".
El que sí habló a la entrada fue el abogado de Fritzl, quien alegó que el cargo de esclavización resulta inapropiado, al tiempo que confirmó que su cliente se declararía culpable de los cargos de privación de libertad, coacción, violación e incesto. Sólo se defenderá de la más grave de las acusaciones, la de asesinato.
El comienzo del juicio se produjo sin ningún tipo de incidentes y estuvo seguido por 95 periodistas de todo el mundo, seleccionados por el Tribunal para presenciar el pliego de cargos y la réplica de la defensa, después de lo cual deberán abandonar la sala.
El juicio contra Fritzl, que cumplirá 74 años en abril, se produce en medio de una expectación mediática sin precedentes, con cientos de reporteros de todo el mundo reunidos en Sankt Pölten. El proceso comenzó a las 09.37 horas con la lectura del pliego de cargos contra Fritzl, que está acusado de asesinato, esclavitud, violación, privación de libertad, coacción e incesto, lo que le puede acarrear una pena máxima de cadena perpetua.
La víctima no estará presente
Mientras, los ocho miembros del jurado popular, cuatro hombres y cuatro mujeres, ocuparon sus asientos en la sala principal de la Audiencia de Sankt Pölten, en la que había decenas de periodistas. Andrea Humer, la magistrada encargada del caso, dio lectura a los cargos de que se le acusa y destacó su disposición a proteger a las víctimas ante el interés mediático que el caso ha generado desde que se desveló en abril del pasado año.
Fritzl respondió lacónicamente a las preguntas de la juez sobre su edad y procedencia. El acusado ha confesado haber encerrado a su hija Elisabeth, que ahora tiene 43 años, entre agosto de 1984 y abril de 2008 en el sótano de su casa, donde la violó y golpeó sistemáticamente. De estas relaciones incestuosas nacieron en total siete hijos, de los cuales uno murió con pocos días de vida y cuyo cadáver fue quemado por Fritzl en la caldera de su casa.
Sólo si la fiscalía puede probar que Fritzl es el responsable de la muerte de ese hijo, el acusado podrá ser condenado a cadena perpetua. La víctima no estará presente en el juicio. Su testimonio fue grabado anteriormente y será presentada en una cinta de vídeo de once horas.
Detalles del horror
En los detalles del caso se encuentra el horror. Consecuencia de la relación incestuosa con su hija, la chica engendró siete hijos y tuvo un aborto. Uno de los recién nacidos supervivientes requería de inmediata atención médica, no la obtuvo y falleció a los tres días. Fritzl arrojó su cuerpo a una caldera. Este es el cargo de asesinato que se le imputa, el más grave de todos y por el que podría ser sentenciado a cadena perpetua.
Durante las más de dos décadas que su hija permaneció cautiva, Fritzl, quien había sido condenado previamente a 18 meses de cárcel por delito de violación en 1967, elaboró una concienzuda estrategia para justificar la aparición en público de tres de sus nuevos hijos, y por descontado la desaparición de su hija mayor, a la que obligaba a escribir cartas desde su mazmorra en las que aseguraba a su madre -quien había interpuesto una denuncia de desaparición- que se encontraba viviendo con unos amigos. Después, su padre informaría a la Policía de que su hija se había unido a una secta religiosa.
En realidad, Fritzl mantenía encerrada a Elisabeth y a sus otros tres hijos-nietos en el sótano, concretamente en una celda insonorizada de 55 metros cuadrados y una altura nunca superior al metro setenta a la que se accedía a través de una puerta de metal reforzada con cemento y cerradura provista de un código de seguridad que sólo conocía el secuestrador. La celda estaba separada del domicilio por un pasillo subterráneo dividido en cinco secciones, cada una de ellas protegida por su respectiva puerta blindada. Fritzl ocultó esta infraestructura a los inspectores escondiendo el acceso al pasillo con una pared falsa.
El caso comenzó a desvelarse el pasado 19 de abril, cuando Fritzl se vio obligado a sacar de la celda a su hija Kerstin, de 19 años, aquejada de ataques por deficiencia de oxígeno y problemas de riñón. Tras ser ingresada en el hospital, Fritzl decidió liberar una semana después a Elisabeth y a sus dos hijos de la mazmorra argumentando que la joven había decidido regresar al hogar tras 24 años de ausencia. Esa misma noche, mientras Fritzl y Elisabeth visitaban el hospital, la Policía detenía a padre e hija para su interrogatorio, donde Elisabeth reveló toda su historia.
Actualmente, Elisabeth, su madre y todos sus hijos se encuentran bajo protección policial, en paradero desconocido, y con nuevas identidades. El caso de Elisabeth Freitzl fue revelado a la opinión pública austríaca menos de dos años después de un suceso similar que conmocionó igualmente a la población, el del secuestro durante ocho años de la adolescente Natascha Kampush.